Un descubrimiento sorprendente surgido en la zona de exclusión de Chernóbil está cambiando la forma en que entendemos la vida en entornos extremos. De acuerdo con un reportaje publicado por QUO, un hongo negro que prospera en uno de los lugares más radiactivos del planeta no solo soporta la radiación: parece aprovecharla para crecer.
Desde los años noventa, los científicos han observado que estos hongos altamente melanizados muestran radiotropismo, es decir, un comportamiento similar al fototropismo de las plantas, pero orientado hacia fuentes de radiación. En otras palabras, crecen “buscando” la radiactividad, un fenómeno que ha impulsado investigaciones sobre la llamada radiosíntesis, la capacidad de transformar radiación en energía química gracias a la melanina.
Cómo sobrevive —y prospera— este hongo ante la radiación
Según relata QUO, la historia científica comenzó en 1997, cuando la microbióloga ucraniana Nelli Zhdánova descubrió techos ennegrecidos por mohos en el interior del edificio del reactor. No solo resistían los niveles extremos de radiación: estaban creciendo.
Años más tarde, en 2007, investigadores del Albert Einstein College of Medicine demostraron que la melanina modifica sus propiedades electrónicas al recibir radiación ionizante. En laboratorio, especies como Cryptococcus neoformans y Cladosporium sphaerospermum mostraron más actividad metabólica y mayor biomasa bajo radiación, incluso con nutrientes limitados.
QUO explica que la melanina puede facilitar transferencias electrónicas que alimentan parte del metabolismo, una ventaja clave en ambientes tan hostiles como Chernóbil.
Un posible escudo espacial para astronautas
Las aplicaciones de este fenómeno van más allá de la biología extrema. QUO detalla un experimento en la Estación Espacial Internacional, donde una fina capa del hongo Cladosporium sphaerospermum redujo la radiación un 2.4%, una cifra modesta pero prometedora.
Este tipo de hongos, o materiales creados a partir de su melanina, podrían integrarse en estructuras o recubrimientos para proteger a astronautas durante misiones largas o en futuras colonias en la Luna o Marte. Además, tienen la ventaja de crecer y regenerarse por sí mismos, algo clave en misiones donde los recursos son limitados.
QUO también menciona un estudio publicado en PNAS en 2025, que encontró que añadir melanina fúngica a ciertos polímeros mejoraba su estabilidad y su capacidad de blindaje. Esto abre la puerta al desarrollo de materiales híbridos con protección contra radiación.
¿Realmente “comen” radiación? La realidad científica
Aunque el fenómeno es llamativo, QUO aclara que los hongos no viven exclusivamente de radiación ni aceleran la desintegración radiactiva. La radiosíntesis no sustituye a los nutrientes tradicionales, pero sí añade una fuente adicional de energía, particularmente útil cuando la comida escasea, como ocurre en Chernóbil.
Tampoco todos los hongos muestran este comportamiento; la diversidad del reino fúngico es enorme, y solo algunas especies melanizadas poseen estas capacidades.
Una oportunidad en medio del desastre
El caso de los hongos de Chernóbil demuestra, como destaca QUO, que la naturaleza siempre encuentra maneras de convertir entornos hostiles en oportunidades. Su capacidad para aprovechar radiación, resistir mutaciones y crecer bajo condiciones extremas no solo fascina a los científicos: también podría convertirse en una herramienta clave para la exploración espacial y la biorremediación de zonas contaminadas.